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Consciencia y niños.

Dicen que soy muy “profundo” cuando escribo  y que no concreto en cosas prácticas, de la vida diaria. No podría estar más en desacuerdo. Siempre me he considerado muy romano en esa practicidad, pero los griegos… estaban antes. Por tanto y de manera similar, creo fundamental cuando tratamos un tema desarrollar primero un marco adecuado, llamémosle “filosófico” en honor a los griegos, para que nuestra actuación práctica sea certera.

Para concretar en un ejemplo claro: quiero dar un taller para que los padres enseñen a comer verduras a sus hijos. Lo práctico es dar un recetario que esos padres repitan en sus hogares y… lo intenten. Seguro tendrán dudas, problemas con los niños y sentimientos contradictorios de impotencia, inseguridad… Por esto, si aplicamos primero el marco adecuado y vamos haciendo conscientes, primero a los padres y luego a los niños, del porqué de esta idea mejoraremos mucho la praxis.

En este caso concreto, hay que tener los conocimientos adecuados sobre nuestro animal, el omnívoro. Éste es capaz de comer todo tipo de alimento, lo que no significa que siempre lo necesite y mucho menos sea obligatorio. Evidentemente, cuanta más variedad comamos, más fácilmente integraremos todas las sustancias que nuestro cuerpo pueda necesitar para realizar todas las funciones normales y algunas que ocurren esporádicamente (por ejemplo, volver a equilibrar el cuerpo después de un enfriamiento).

Más concretamente y en este mismo sentido diferenciaremos en los niños, con respecto a los adultos, que como están en un proceso de crecimiento, requerirán un aporte mayor en algunas sustancias. Sin volvernos locos y con pocos conocimientos más lo haremos bien en la cocina pero… ¿y con ellos? A lo que íbamos, el marco primero.

Establecer al menos la dualidad mente y cuerpo nos puede ayudar mucho. Sabemos que el animal se tira a por la grasa porque de ella obtiene el doble de energía que de hidratos de carbono y proteínas y además lo puede almacenar para épocas de precariedad que en nuestros tiempos no existen (entiéndase que siempre hay disponibilidad de alimentarse), por eso nuestra mente, bien entrenada, tiene que atar en corto al animal en este sentido. Algo parecido ocurre con los azúcares simples. Pero si es difícil hacer entender esto a los adultos, más a los niños.

Entendemos la educación de los niños como un bien para su presente y futuro. En muchos casos, aunque la impresión general es que las siguientes generaciones se están “desnaturalizando”, los niños suelen sentir a su animal mucho más enérgicamente que los adultos, ya “maleducados” (entiéndase como mala gestión de conocimientos). Y al igual que quieren pringarse de arena con la ropa “de los domingos” y mojarse los pies, cosas que habría que permitirles, no quieren saber nada o poco de las verduras ya que su animal se vuelve loco por otras cosas.

Así, siendo conscientes de estas premisas, podemos tomar decisiones más adecuadas y adquirir más paciencia para con nuestros hijos. A ellos les vamos haciendo conscientes de su animal y les vamos dando montones de formas prácticas de ingerir verduras que sean de su agrado. Todo ello para que su mente esté tranquila y bien educada y su conexión con el animal llegue a ser tal que, además de lo adquirido, también intuya, curiosee y pruebe a lo largo de su vida los vegetales que habrá a su alrededor y que le aportarán el equilibrio que necesita ahora y siempre.

¿Necesitas el recetario?

¿Alguien más quiere bailar conmigo?